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De las historias en el café... la primera.

  • Foto del escritor: Cole Bracho
    Cole Bracho
  • 27 abr 2024
  • 3 Min. de lectura

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Desde que llegué a tierras cancunenses, tenía la mala costumbre de desayunar solo. Solía ir a un Sanborns que estaba en la única plaza comercial grande de la ciudad. Cuando lo hacía me sentaba por horas a ver como entraba y salía la gente. Miraba a su mesa y les escribía en mi cabeza una historia.


Habían personajes variados. La pareja malhumorada que traía 25 utensilios de bebés para lograr tener un respiro de la batalla en casa con su bebé, tan solo para ver frustrados sus esfuerzos por un incesante llanto del pequeño mientras desayunan. Estaba la señora ausente en sus pensamientos mientras esperaba a su grupo de amigas de gimnasio. A ella le hacía las historias mas profundas y complejas de su vida. De como sus fracasos en el aspecto romántico la empujaron a casarse con el compañero de trabajo que más le insistió para salir con ella. Claro, no sin haberse quedado con las ganas de casarse con el tipo que tenía dinero y estaba guapo pero que no estaba tan interesado en ella.


No faltaban los hombres gorditos de negocios que hablaban de sus variadas conquistas económicas y de amantes ocasionales de menor estrato social. El relativo éxito que tenían en los negocios les daba oportunidad solo de acceder a este tipo de fantasías de poder. En el fondo creo que 1 de cada tres historias era o una exageración o totalmente mentiras.


Y también existe un lado maravilloso de la experiencia humana. La pareja enamorada observándose uno al otro a los ojos como queriendo descifrar una palabra escrita en los ojos del otro. Tomándose de las manos como si la piel del otro fuera la sustancia de la vida misma. Los amigos que reían fuertemente, mientras develaban los detalles borrosos de la noche anterior a alguno de los presentes en la mesa, quien claramente estuvo en condiciones mucho mas vulnerables que los demás. El latir del corazón de todos por compartir esas risas, esas historias y esas tazas de café.


Así pasaba mis mañanas de cruda mientras el café iba haciendo su maravilloso trabajo de dejarme en condiciones de salir a la vida.


En unas vacaciones, unos 15 años después de mis observaciones en los cafés, después de muchas historias, muchos años y mucho, mucho café , me encontré caminando en avenida Reforma, en la CDMX con quién se convertiría en el amor de mi vida y mi amante esposa. En dicha caminata veíamos en cada esquina un café, un desayunador o alguna tienda que vendía café. En 4 km. de los 14 km que tiene paseo de la Reforma vimos cerca de 16 establecimientos que vendían café. Y la idea nació... Que tal que pudiera hacer lo que solía hacer para divertirme para trabajar. Que tal si contemplar el tapete variado de la experiencia humana pudiera volverse una especie de trabajo.


Y pusimos un café. 7 años después estamos aquí todavía en la fiel convicción que no hay nada mas divertido y enriquecedor que sentarse a observar como funciona la mente de la gente con una taza de café en la mano y la vista de una mesa de extraños enfrente. Pienso que si supiéramos cuanto se parecen nuestras historias, cuán parecidas son nuestras creencias, nuestras maneras de entender al mundo, sería un ejercicio casi necesario para todos el sentarnos a imaginarnos la vida de alguien mas.


Conforme ha pasado el tiempo me pregunto si esto estaba destinado a hacer... Solo puedo decir que mientras escribo tengo un café en la mano pensando en la historia que esta detrás de ti, estimado lector.



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